Por Esteban E. Gorriti
Miembro de Esperanza Federal
Miembro de Esperanza Federal
El
histórico maltrato que la
Argentina ha dado a su juventud, está lejos de haber
terminado bajo los gobiernos constitucionales. A la persecución política de
antaño (1944-1955) le siguió una represión feroz (1976-1982) que terminaría en
la aventura de Malvinas. Un tendal de miles de muertos cerraron cuatro décadas
de sacrificios vergonzosos a los ojos
del mundo civilizado. A partir del retorno al Estado de Derecho (1983) aun
cuando estaban dadas las condiciones políticas para dejar de malograr a las
generaciones juveniles y ofrecerles un futuro mejor, apareció en escena un potente
y despiadado mal que daría ominosa continuidad al dramático destino de nuestros
púberes: la toxicomanía.
Acompañando en su evolución al proceso
democrático, y como señalando su costado más oscuro, apareció y fue creciendo aceleradamente
una epidemia de alcoholismo y drogadicción (en ese orden de importancia) que al
presente arroja cifras de morbimortalidad superiores a cualquier otra tragedia
colectiva registrada por la historia nacional. Convertida ya en verdadera
crisis humanitaria, pone a prueba la razón de ser misma del sistema de gobierno
representativo, cuyos titulares hacen inútiles esfuerzos de hipocresía para
ignorar la cuestión y tratar de esconder sus terribles consecuencias sociales. La
partidocracia tradicional no tiene, evidentemente, respuesta alguna a este
flagelo en sus arcaicos programas ideológicos de acción política. La realidad
del narcotráfico y el gigantesco negocio canalla del alcoholismo juvenil la
desborda, o peor aun, la invita a corromperse participando secretamente de la
ignominia genocida.
Esto último parece ser característica central
del mal llamado “modelo nacional y
popular” que nos ha impuesto el kirchnerismo, por desgracia.. Plagado de
notorios hechos de corrupción administrativa, su dirigencia resulta cada vez
más sospechada de connivencia dolosa con las mafias internas y foráneas que
regentean el vil comercio de las drogas prohibidas, que en una década se han
apoderado de nuestro país con una facilidad asombrosa. Y el santuario de todas
las drogas, el emporio de la diversión nocturna, marcha a la cabeza de la
prosperidad empresarial al amparo de la total impunidad que le otorgan todos
los gobiernos.
La noche está matando a miles de chicos en la Argentina , y nadie –ni
oficialismo ni oposición- dice nada. Estamos aquí para decir BASTA.
Si la causa de dicha crisis
sanitaria es de índole política, por ser ésta cobarde y corrupta hasta el
extremo de participar de las ganancias sangrientas de esta aberración
comercial, entonces también ha de ser política la solución al gravísimo
problema. Plantamos aquí y ahora la bandera de la lucha por la vida y la salud
de nuestros adolescentes y jóvenes, con un programa de gobierno simple y
seguro: la aplicación a ultranza de las leyes penales especiales (lucha contra
el alcoholismo y los estupefacientes) que sólo las víctimas de la problemática
pueden sostener hasta las últimas consecuencias, sin caer en las tentaciones de
la complicidad oficial.
Nuestra política activa de protección de la juventud
argentina constituye la necesaria vuelta a la esencia de todo orden jurídico:
el imperio de la ley y su dimensión antropológica como escuela de Humanidad y valores
universales.
Está en juego el presente de nuestros hijos. Nada vale más.
Córdoba, 8 de agosto de 2012.
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