Por Sebastián García Díaz
Miembro de Esperanza Federal (Civilitas)
Miembro de Esperanza Federal (Civilitas)
Comienza una nueva etapa en el país ¡que debe llenarnos de esperanza! Esas
miles de personas que estuvimos en las calles el jueves pasado hemos marcado un
antes y un después en la historia de estas movilizaciones ciudadanas.
Ya no hay margen para catalogarnos
despectivamente, ni para menospreciar el fenómeno político que se ha producido.
Ya no hay posibilidades de vincularlo a una minoría que reniega de las “justas transformaciones
que está produciendo el modelo nacional y popular”, ni a los que se arrodillan
ante Clarín o ante vaya a saber qué intereses conspiratorios.
Ahora el Gobierno Nacional deberá
tomar muy en serio este masivo clamor por un cambio de fondo en el modo en que venían
manipulando la política y la economía, sin mayores limitaciones. Si no lo hacen,
la protesta seguirá en aumento así como el malestar.
Los detractores del 8N
probablemente insistan que el mensaje es difuso por la multiplicidad de
demandas que se aglutinan. Pero en la propia protesta está ínsita la propuesta.
Y es muy clara: un país realmente federal (que cada provincia tenga los fondos
que les corresponden, sin arbitrariedades). Una argentina construida, no sobre
proyectos políticos mesiánicos que intenten eternizarse en el tiempo, sino
sobre la base de una democracia verdadera, de alternancias y contrapesos -de
conferencias de prensa, reuniones de gabinete, y sesiones en el Congreso sin
catalogarse los unos a los otros como narcos o como esclavos de la “corpo”-. Un
sistema político que busque los consensos, y que no trate al que piensa
diferente como un enemigo (¡muchos menos que lo persiga con la AFIP!)…
El pedido de la gente es avanzar
hacia un país más moderado, abierto al mundo, previsible, estable (¡que
nuestros sueldos no pierdan su poder de compra a medidas que pasan los meses!).
Con instituciones republicanas que funcionen más allá del humor del político de
turno y con un Estado que sea capaz de hacer las obras necesarias y ofrecer los
servicios básicos de educación, salud, justicia y seguridad, sin robarse en el
medio todo lo que hoy se roba la corrupción estructural.
Con las cacerolas también pedimos
oportunidades para todos y un real proyecto de justicia social. Pero se está
llamando la atención sobre el clientelismo desenfrenado y sobre el “pan y
circo” que supone gastar millones en futbol gratis para todos, y no en
verdaderos mecanismos de promoción humana. No debe haber argentino que no
coincida en que educar para el trabajo es el mecanismo más concreto de
inclusión ¿Qué pasa entonces que no somos capaces de instrumentarlo?
No es menor el pedido de
garantías a la libertad de prensa, puesta en riesgo si el 7D insisten en
avanzar sobre los medios opositores, con la gendarmería o a través de formas
que resulten provocaciones a este pedido masivo de moderación.
En definitiva: ¿cuál es el
mensaje de corto plazo para Cristina de Kirchner? Es una advertencia concreta
de que los ciudadanos no estamos dispuestos a tolerar el despliegue -ni por
parte de sus seguidores, ni de la propia presidente- de un proyecto de corte
totalitario como el que sufre Venezuela. Sin lugar a dudas también hay un
pedido urgente a la oposición para que esté a la altura de las circunstancias.
Los que participamos de las
cacerolas entiendo que somos conscientes que la agenda pendiente no depende únicamente
de los políticos. Estamos asumiendo que la tarea requiere la participación real
de todos en los diversos ámbitos de la vida civil y política. Hay una deuda en
este sentido, particularmente de la clase media, y estos primeros pasos son un
buen comienzo.
La esperanza es que -esta vez-
sea un despertar más sustentable que aquellas reacciones del 2001. Por haber
sido partícipe de ambos movimientos, tengo la convicción de que en este caso
hay mayor madurez cívica y darán mejores frutos.
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